Aburrida en la oficina... podría definir mis tareas laborales a lo largo de cada mañana y no encontraría una que me motivase,... bueno, miento, sí, hay algunas que me motivan, de hecho el otro día mi jefe empezó a explicarme operaciones hipotecarias, y no me ha desagradado del todo, pero el día a día se hace difícil en un trabajo que no te llena, o casi nada... bueno, creo que exagero algo, como buena gallega tiendo a exagerar y a responder con preguntas, típicos estereotipos que fuera de tu tierra te echan en cara como si fuese un defecto insalvable (pues yo no digo nada de los demás!).
Pues eso, que soy demasiado activa coma para estar toda la mañana en la oficina sin hacer nada, que es a lo que se dedica la mayoría de la gente que trabaja en este sector, esperar a que llegue la hora de plegar e ir a casa a hacer aquello que desean, cosa no reprochable, porque, al fin y al cabo, mucha gente (entre la que me incluyo) trabaja para hacer lo que realmente desean en su tiempo libre...
Pero no, me es imposible estar toda la mañana esperando que pasen los minutos, necesito hacer cosas, me motivo con los clientes, busco cosas que hacer, ordeno otra vez lo que ya he ordenado ayer,... no sé, todos idealizamos el trabajo cuando a los dieciocho años nos obligan a elegir una rama en la que nos desarrollaremos, laboralmente hablando, lo malo es cuando al pasar los años te das cuenta que a lo mejor estaría mejor haber escogido otra cosa.
En mi caso particular yo ya sabía lo que quería hacer desde los siete años, pero... cosas de la vida que me he ido por algo que no tiene nada que ver con mis deseos de realización personal, creo (o quiero creer) que fue por el simple hecho de satisfacer los deseos de mi madre, comprensible desde su punto de vista, (una hija bohemia no creo que le diera muchas satisfacciones -económicamente hablando-, aunque a lo mejor hubiera llegado a ser un Van Gogh o un Picasso, aunque, a nivel personal, preferiría ser un Velázquez, porque eso de acabar arruinado y vendiendo mi alma al diablo me da escalofríos!), ya que un abogado siempre será mejor que un pintor de poca monta. Pero que conste que no la culpo, todo lo contrario, ella vio las posibilidades de desarrollo artístico en una ciudad como Vigo (que dejan mucho que desear) y lo tuvo claro, no sería difícil convencerme.
Con el tiempo he aprendido a querer el derecho, a entenderlo e, incluso, que me gusten determinadas ramas. Además, la universidad te abre las puertas a un mundo nuevo. En mis años universitarios, los mejores claro, aprendes muchas cosas, descubres otras tantas y ganas más que pierdes, por lo menos en mi caso. Creo que la amistad es lo mejor que esos años me han regalado, aunque también podría decir que no tendría muchas cosas de las que tengo ahora.
¿Y todo esto venía a cuento de que?... de que me aburro en la oficina!