sábado, 11 de octubre de 2008

El destino...


"En Nueva York hay un momento en el cual, aún antes de que caigan las primeras hojas, sientes el paso de las estaciones, el aire es fresco, el verano se ha ido y, por primera vez en varios meses, tienes que ponerte una manta en la cama, y eso despierta en ti otras necesidades (...)

Aquella noche me puse a pensar en el destino, en esa chaladura de que en realidad no somos responsables del rumbo de nuestras vidas, de que todo está predestinado, escrito en las estrellas, tal vez sea por eso por lo que cuando vives en una ciudad desde la que no se ven las estrellas tu vida sentimental sea más azarosa, y si cada hombre, cada beso, cada dolor viene definido por algún catálogo cósmico, ¿puede uno dar un mal paso y pasar toda la vida a la deriva por su vía láctea personal? No podía evitar preguntarme, ¿podemos cometer un error que nos aparte de nuestro destino? (...)

Ya era oficial, había llegado el otoño. Tal vez sean nuestros errores los que confirmen nuestro destino, porque sin ellos, ¿qué daría forma a nuestras vidas? Tal vez si nunca nos desviáramos del rumbo fijado no nos enamoraríamos, no tendríamos hijos, ni seríamos quienes somos; después de todo las situaciones cambian y también las ciudades, y las personas entran y salen de nuestras vidas, pero es un consuelo saber que aquellas a las que amas siempre vivirán en tu corazón y, si tienes suerte, a un vuelo de distancia."

Carrie Bradshaw
Sex & The City

domingo, 5 de octubre de 2008

Los caminos

El otoño ya llega, y haciendo honor a su presencia, las hojas de los árboles recorren las calles deslizándose como si una mano invisible las empujase, transportándolas de un sitio a otro para recordarnos que ya no es tiempo de calor, que los días menguan y que el sol es un compañero caro de viaje.
He hecho reformas en mi cuarto (pocas, pero eficientes): he cambiado de sitio muebles, he arreglado los estores y he comprado un elemento fundamental para acondicionarlo como se merece, pinturas.
Ahora parece más pequeño, pero me gusta (a mi hermano y a mi cuñada también les ha gustado el cambio); creo que he encontrado el equilibrio, aunque seguro que los maestros del feng-shui no opinan lo mismo.
Este fin de semana me he dedicado a no hacer nada, o, por lo menos, intentarlo. Ha sido agradable ver a mi cuñada y compartir secretillos con ella, porque, entre unas cosas y otras, hacía tiempo que no nos poníamos al día. La verdad es que es una persona que me proporciona tranquilidad y sus consejos los tengo en consideración (aunque hay veces que se equivocan, supongo que es porque, en realidad, quien te conocer realmente eres tú mismo).
Pues sí, resulta que ayer estaban de aniversario, cinco años ya, y parce que fue ayer cuando la vi por primera vez... la verdad es que todo ha cambiado mucho en estos últimos años, aunque, sin ir tan lejos, en estos últimos tiempos.
Ayer, después de dejar a Sabi en el portal de su casa (es que siempre me acompaña a mi, y creí que ayer debía hacer un bonito acto de amistad dejándola en su casa, la pobre siempre se preocupa de todo el mundo menos de ella misma), encendí un cigarrillo y me fui paseando por Paseo de Gracia hasta Gran Vía; estaban las casetas de la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión, sin abrir claro, y me pareció increíble que hubiese pasado un año desde la última vez que estuvo en Barcelona (o tal vez la confundo con otra feria que haya venido). Me pareció increíble porque parece que el tiempo corre y yo me quedo atrás, que voy a destiempo y no llego a cogerle la mano con fuerza para que no me deje aquí.
Voy un poco perdida últimamente (para variar), todo se me queda grande y parece que no asimilo los días, ni los momentos; noto que me falta algo que no sé qué es o que he perdido algo que no encuentro, es como una sensación de vacío bajo mis pies, como si buscase algo; y entonces el miedo hace mella en mi y echo el freno, da igual la velocidad a la que vaya y las consecuencias que ocasione, tiro de la palanca y ya está.
Tal vez sea eso lo que me define, que cuando encuentro el camino, ando y ando, y empiezo a ver como la maleza asedia la vía y en vez de apartarla con uñas y dientes, me bloqueo, paro y lloro, y corro hacia atrás. No debo hacer eso, no quiero hacerlo, pero no puedo evitarlo.
Y después, ya a salvo, veo el camino y me doy cuenta de que la maleza que veía no era más que el miedo, mis miedos, pasados y futuros, y lloro con más rabia por ser así de tonta, por desviarme el camino que quería, por abandonar mis ilusiones.
Sólo espero que algún día encuentre el camino a recorrer sin miedo, y que cuando vea mis miedos avanzar los aparte de mis pasos y se queden en la cuneta, para que nunca más vengan a asustarme.