Hoy, hace una semana, entré a ver una nueva biblioteca que han abierto al lado de mi casa (lo cual es buena motivación para mi examen de diciembre), está muy bien, es moderna, está dotada de un servicio de préstamo que va de películas, música y revistas hasta libros de consulta de todo tipo.
En mi primera visita pensé que tenía dos plantas, pero cual fue mi alegría al descubrir un día después la existencia de una tercera planta, una planta llena de estanterías con libros, libros de todo y de todos. Creo que mi cara debió ser un poema para los aplicados estudiantes que me vieron aquella tarde allí de pie en el último escalón de una escalera metálica nueva con los ojos como platos viendo aquella maravilla; y ellos ahí, impasibles, ante lo que hay en esa sala.
Al principio dudé, pensé que si me movía, por ligero movimiento que fuese, me caería de la cama y me despertaría con el culo en el frío suelo de mi cuarto, pero no, me moví temerosa hacia delante y me dejé transportar al mundo de las ideas, de las ilusiones, de los encuentros en otra dimensión, en otros mundos,... y pensé que ahí habría mucho tiempo para invertir, muchas horas para llenar el vacío de los días sin olor a pintura y sin dedos manchados de mil colores.
Y así fue, en mi primera incursión pasé mis dedos por lo lomos y, después de dar vueltas y más vueltas por esos pasillos retorcidos, escogí dos ejemplares: el primero por morriña y el segundo por importancia para cualquier lector. Así que mi primera víctima, titulada "Resistencia" de Rosa Aneiros, la he cogido porque está escrita en gallego, y lejos de casa parece que el libro me llamaba desde la estantería a gritos; la segunda víctima es, nada más y nada menos, que "La cartuja de Parma" del maravilloso Stendhal.
Este fin de semana, delante de una chimenea cargada de luz y calor, empecé "Resistencia" y la verdad es que me está sorprendiendo gratamente. Después de mi último libro cargado de grandes descripciones y eufemismos, leer éste, de rápidas zambullidas y sin tabúes, ayuda a aclarar la mente.
1 comentario:
Esos libros que exprimimos con avidez saben a gloria cuando saben bien. Y de las bibliotecas, libreriás y demás lugares de parada obligada... ¡qué puedo decir! Sólo comparables a una buena tienda de discos. O no. Quién sabe.
Bicos y buen comienzo de semana.
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