Todo viaje empieza con el primer paso...si, es cierto, pero existen viajes, momentos, olores, sensaciones, que te recuerdan situaciones que ya has vivido... Hoy a las ocho de la mañana estaba en un avión con destino a Barcelona, creí que sería necesario llevar un libro para hacer más corto el viaje, pero no fue necesario... y digo esto porque mi primera intención era leer, y en ello estaba cuando me asomo a la ventana y me encuentro con un espectáculo increíble: veo el cielo azul, el sol ya en lo alto, y abajo un colchón de nubes, de nubes que cambian su forma, primero son de algodón, después se convierten en un manto liso, blanco, perfecto, digno de los mejores fotógrafos, digno de ser admirado, aunque seguro que no por todos los ojos; y, en ese momento, te das cuenta de que sería una sensación irreproducible poder traspasar ese manto, esa perfección, esa blancura, traspasar la perfección... pero me pregunté ¿y que pasaría una vez que traspasas la perfección? Y es cuando ese manto blanco, inmaculado, sin arrugas, que se extiende más allá de donde los ojos te permiten alcanzar a ver, se convierte en nube, se convierte en realidad, en verdad, y sabes que, incluso ahí arriba, entre las nubes, entre los sueños, existe la imperfección, existen los miedos y existe el sufrimiento. Pero a pesar de esa imperfección, de esos miedos y del sufrimiento, te sientes afortunada por tener la capacidad de poder ver más allá de una nube, de algo real... y es en ese preciso instante en el que alcanzas la calma, la paz (aunque solo fuera por unos minutos), ves los sueños, imaginas tus sueños, aunque digan que la imaginación imagina de noche aquello que no se halla de día, pero, ¿sabes que? Era día.
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Todo viaje empieza con el primer paso...si, es cierto, pero existen viajes, momentos, olores, sensaciones, que te recuerdan situaciones que ya has vivido... Hoy a las ocho de la mañana estaba en un avión con destino a Barcelona, creí que sería necesario llevar un libro para hacer más corto el viaje, pero no fue necesario... y digo esto porque mi primera intención era leer, y en ello estaba cuando me asomo a la ventana y me encuentro con un espectáculo increíble: veo el cielo azul, el sol ya en lo alto, y abajo un colchón de nubes, de nubes que cambian su forma, primero son de algodón, después se convierten en un manto liso, blanco, perfecto, digno de los mejores fotógrafos, digno de ser admirado, aunque seguro que no por todos los ojos; y, en ese momento, te das cuenta de que sería una sensación irreproducible poder traspasar ese manto, esa perfección, esa blancura, traspasar la perfección... pero me pregunté ¿y que pasaría una vez que traspasas la perfección? Y es cuando ese manto blanco, inmaculado, sin arrugas, que se extiende más allá de donde los ojos te permiten alcanzar a ver, se convierte en nube, se convierte en realidad, en verdad, y sabes que, incluso ahí arriba, entre las nubes, entre los sueños, existe la imperfección, existen los miedos y existe el sufrimiento. Pero a pesar de esa imperfección, de esos miedos y del sufrimiento, te sientes afortunada por tener la capacidad de poder ver más allá de una nube, de algo real... y es en ese preciso instante en el que alcanzas la calma, la paz (aunque solo fuera por unos minutos), ves los sueños, imaginas tus sueños, aunque digan que la imaginación imagina de noche aquello que no se halla de día, pero, ¿sabes que? Era día.
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