miércoles, 28 de mayo de 2008

Los cuerpos celestes

No intentes enterrar el dolor: se extenderá a través de la tierra, bajo tus pies; se filtrará en el agua que hayas de beber y te envenenará la sangre. Las heridas se cierran, pero siempre quedan cicatrices más o menos visibles que volverán a molestar cuando cambie el tiempo, recordándote en la piel su existencia, y con ella el golpe que las originó. Y el recuerdo del golpe afectará a decisiones futuras, creará miedos inútiles y tristezas arrastradas, y tú crecerás como una criatura apagada y cobarde. ¿Para qué intentar huir y dejar atrás la ciudad donde caíste? ¿Por la vana esperanza de que en otro lugar, en un clima más benigno, ya no te dolerán las cicatrices y beberás un agua más limpia? A tu alrededor se alzarán las mismas ruinas de tu vida, porque allá donde vayas llevarás la ciudad contigo. No hay tierra nueva, ni mar nuevo, la vida que has malogrado malograda queda en cualquier parte del mundo.

Beatriz y los cuerpos celestes.
Lucía Etxebarria.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me recuerda este texto a aquel poema de mi querido Kavafis. Decía algo así:
Lugares nuevos no hallarás, no hallarás otros mares.
La ciudad irá tras de ti. En sus calles pasearás,
las mismas, y en los mismos barrios envejecerás,
se te verá en estas casas acabarte.
Y siempre llegarás a esta ciudad. Para otra parte
-no esperes- no hay barco ya, ni senda para ti.
Lo mismo que tu vida la perdiste aquí,
en esta esquina, la perdiste en todos los lugares.

Un bico

Yria dijo...

Pues sí. A mi me recuerda lo lejos que estoy de casa, y cuanto echo de menos a los míos.
Lo malo: no estar.
Lo bueno: que estaré.
Dos bicos.