Y era el momento, y era toda mi vida la que estaba allí a orillas del mar en aquella playa. Y de pronto supe que habían transcurrido todos mis años, con lo bueno y con lo malo, para que yo terminase viviendo ese instante. Y supe por qué los hombres nacen y mueren, y siempre son lo que son y nunca lo que desearían ser. Supe también que toda mujer, cualquier mujer con lo que de ti mismo encierra en su carne tibia y en la miel de su boca, que es tu pasado y tu memoria, cualquier hermoso trocito de carne y sangre capaz de hacerte sentir como cuando eras pequeñito y consolabas la angustia de la vida entre los brazos de tu madre, es la única patria que de verdad merece matar y morir por ella.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario