miércoles, 23 de julio de 2008

Un millón de cicatrices

Supongo que una cicatriz consiste en eso: en dejar marca, en no olvidar (quieras o no) nunca... sin embargo, hay cicatrices que duelen, de esas que quieres olvidar y no puedes por mucho que lo desees, y cicatrices dulces, de esas cuyo recuerdo nos hace sentir placer, que nos recreamos en ellas, que no quieres olvidar.
Yo estoy llena de cicatrices y, por suerte o por desgracia, son de los dos tipos.
Unas son maravillosas, recuerdos que no quieres olvidar, de momentos inolvidables, de imágenes que no desaparecerán nunca de tu mente, de palabras que nunca olvidarás y de miradas que siempre estarán a tu lado, para siempre, por encima del tiempo y la distancia.
Y las otras trato de olvidarlas, guardarlas tan dentro de mi que nunca puedan salir, cerrar puerta tras puerta y ocultarlas, y no enseñarle nunca a nadie la fuente de mi dolor. Son esas que nunca cicatrizan, que siempre están ahí, a la espera de cualquier recuerdo que les permita resurjir para supurar agua salada, de esa que escuece, como la sal del mar cuando roza una herida.
Tal vez éstas nunca sanaron porque no encontré un motivo para curarlas, o no me dieron ninguna razón para sellarlas en el pozo de mi alma. Dicen que si hablas de ellas sin complejos, sin miedos, te liberas, o, mejor dicho, te liberan, que cicatrizan hasta que no queda marca alguna que te recuerde el dolor, por qué sufriste, por qué lloraste y cúal fue el motivo de tanta lágrima... y rezas, rezas para que nunca más dejes que te hieran, para que no existan más cicatrices, para que el muro que levantaste a tu alrededor con tanto esmero y dedicación no se desmorone ante cualquier ataque.
Hasta que el día menos pensado ves que el muro (tu muro) no es tan fuerte como tú crees.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo espero que cada nuevo dia vayan desapareciendo las cicatrices amargas de la vida, que entre nosotros tus amigos, no tengas que levantar ningun tipo de muro y que al volver la vista atras, solo aparezcan dulces recuerdos de un tiempo que mal que bien, ya pasó.
Quien no está con nosotros cuando lo necesitamos, no merece la pena estar.
Muchos besos guapa, y un bono de Povidona Yodada, para evitar el pus.
Tito

Yria dijo...

Ay! Mi Titiño!! Tengo unas ganas de veros locas!
Os quiero!

Anónimo dijo...

Tristes y amargas suenan tus palabras. Yo creo que aunque las cicatrices no desaparezcan si creo que es posible que el dolor que produjeron lo haga. Lo mejor es mirarlas y reírse de ellas, pensar en ellas como una anécdota del pasado, como un simple adorno del alma que no se ha querido marchar pero que no debería incordiar nunca más. Yo también tengo muchas de esas y te aseguro que me río a carcajadas de ellas y de quienes las produjeron. Así que mucho ánimo y mucha risa, de esa que rejuvenece el espíritu y la esperanza.
Bicos muy fuertes